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La lectura es el viaje de todos aquellos que no pueden tomar el tren. Francis de Croisset




Libre como el mar

sábado, 31 de julio de 2010


Estimados compañeros de la bloggosfera, he estado, durante un periodo de no más de media hora, en el que no podía apartar las manos de mi teclado, me sentía inmersa en su sonido mientras las olas del mar se mecían a escasos metros de mí. Si, lo del mar no era producto de mi imaginación (lo digo por el texto de más abajo). Estoy en mi casa, en mi segunda casa cerca de la playa, desde la que puedo oír a mí querido príncipe azul, ¡y nunca mejor dicho! Es de noche, y la música de los bares a llegado a mí como un bombardeo y ha hecho que renazcan en mí sentimientos que hace poco he logrado controlar y encerrar bajo llave en los más profundo de mis alma. Y de esta pasada noche de reflexión, son las siguientes palabras que quiero compartir con todos vosotros:

Me siento en el suelo frio de mármol y pienso en todas las cosas que han pasado durante este año. Aún no se ha acabado, estamos en verano, pero siento como si mi mundo, en algún momento quisiera derrumbarse por completo, se aguanta sobre la cuerda floja y no puedo evitar sentir nauseas cuando recuerdo porque estoy aquí y ahora reflexionando sobre todo esto. Porque he fallado, no solo a mí misma, sino también a mucha gente que confiaba en mí.

Un par de lágrimas saladas recorren mis mejillas, tengo la cabeza agachada, pero la levanto cuando paso la lengua por mis labios y noto el sabor salado. Cuando levanto la vista, veo el mar, el mar del que me enamore y que tanto me inspiro, mi primer amor. Al cual quise y odie al mismo tiempo. Le conté mis alegrías en silencio mientras paseaba por la orilla y dejaba que sus olas me acariciasen, pero también le culpé y no quise verle durante algún tiempo, una fobia extraña para alguien que casi podría haber sido un pez en su otra vida.

Pero no puedo evitarlo, él es perfecto. De día el sol lo calienta y le anima, lo que hace que la gente vaya a refugiarse en su compañera la arena y luego se bañen en sus aguas y le agradezcan el mero hecho de existir. Testigo de los cambios, de las risas, de los juegos infantiles…y por la noche, se vuelve el confesor de la luna, la cual lo utiliza de espejo y el la utiliza a ella como si fuera el más bonito diamante que se puede lucir en una fiesta de alta sociedad. Él, es testigo de amantes, fiestas alrededor de una hoguera o de maravillosas luces de colores de alguna pirotecnia playera.

Por eso, por eso y mucho más le envidio. Porque quizás es una locura, pero ojala…ojala fuera como el mar. Un espíritu libre y rodeado de cosas extrañas, interesantes, románticas, alegres…experimentar sobre mi piel todas esas emociones que fluyen por la arena que él luego engulle hacía su interior, como si intentase colapsar su interior de recuerdos, sueños y esperanzas.

Llegados a este punto del relato y habiendo acabado de leer todo lo anterior, me pregunto, por muy estúpido que parezca, porque empecé a escribir. No este corto texto, sino en general, mis historias que son una parte de mi alma, porque en cada una de ellas, estoy yo presente aunque quiera evitarlo, porque inconscientemente soy cada uno de esos personajes. No por sus vidas, sino por ellos mismos, por su manera de hablar, su manera de ver el mundo…en todos ellos soy yo y no soy yo a la vez, por eso me pregunto: ¿Por qué comencé a escribir? ¿Qué locura se me estaría pasando en ese instante por mi cabeza de chorlito que me llevó a expresar todas aquellas locas ideas que se me pasaban por la cabeza? Pues la verdad es que no tengo ni más remota idea.

Aún así, recuerdo que cuando era pequeña, escribí unos cuantos poemas en un cuaderno, los deje sobre la mesa del comedor en un descuido. Estaba en casa de mis abuelos y justamente, mi tio-abuelo ojeaba mi libreta. Me quede mirándole cuando le descubrí, esperando descubrir por sus gestos, que pensaría de mis “obras”. Carraspeé un poco para hacerme notar y levantó la vista. Me miraba con cara de haber visto un fantasma o algo parecido, aún así, la pregunta que me hizo me sorprendió: ¿Has escrito tú esto?-dijo mientras señalaba la libreta. Asentí con la cabeza y con los ojos fijos en él. –Pues son muy buenos para tener solo siete años. Me quede helada. ¡Le parecían buenos! Me había elogiado y eso me hizo realmente feliz. A partir de ese momento empecé a esforzarme en los concursos escolares, pero no tuve suerte, hasta que ya, siendo mayor de edad, gané mi primer premio de literatura. No sabía cómo sentirme. Al principio me sentí importante cuando todo el mundo empezó a aplaudirme. Luego me sentí algo cohibida cuando algunas compañeras, que habían ganado siempre y tenias mejores notas que yo, no habían sido elegidas, sus miradas me daban miedo, pero a la vez me hacía sentir orgullosa de mi misma por haber logrado superarlas ofreciendo lo mejor de mí misma, sin haber tenido que recurrir al tan estimado “peloteo”. Por primera vez en mi vida, me sentí útil y quise entregarme a la literatura, dejando a un lado los sueños de toda mi corta vida, que estaban tan cerca de poder ser realizados…pero parece ser que tendré que esperar algún tiempo más, esforzarme en seguir adelante, cumpliendo mis objetivos, metas, sueños y seguir escribiendo. Porque ahora ya sé porque empecé a escribir: porque quise sentirme fuerte, libre, soñar despierta y dejar volar mi imaginación.

Quizás, algún día, yo también pueda ser libre, libre como el mar.

4 pétalo(os):

Raúl Peñaloza de Moure dijo...

Qué texto tan inteligente. Me quedaría como el tío abuelo, ¿escribiste esto? ¿Pero si sólo tienes 18 años!

;-)

Anónimo dijo...

BRAVO!!
Impresionante, cris eres la ama :D
cuantas veces me sentido al igual que tu, escribo por tus razones, para ser libre, para cumplir mis sueños y verlos echo realidad. Por eso te dijo que nunca dejes de escribir, se libre como el mar.
besitos!!

Anónimo dijo...

Muy lindo el texto, te felicito desde quilmes Bs As. mis saludos

Anónimo dijo...

Muy lindo el texto, te felicito desde quilmes Bs As. mis saludos

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